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«Nuestra ambición es ir más allá de donde estamos hoy en día, incluso aunque todavía necesitamos consolidar lo que comenzamos. En este punto, podemos intentar optimizar nuestro negocio para ser rentables o podemos invertir para expandirnos ahora y ser rentables después»  ( Frédéric Mazzella, CEO de Blablacar)

En el verano de 2014, el CEO de Blablacar era así de optimista. Y no le faltaban los motivos: en pleno auge de los modelos colaborativos, con Airbnb y Uber revolucionando la economía europea y con cada vez más gente perdiéndole el miedo al noble arte de compartir a través de Internet, la propuesta de Blablacar para ahorrar en los viajes de coche era realmente atractiva: una web que permitía poner en contacto a un conductor con espacio libre en su coche (y ganas de rentabilizar el trayecto) y a pasajeros que necesitaban ahorrar en su viaje respecto a opciones como el bus o el tren.

Un furor por reservar con Blablacar que le llevó a conseguir cerrar una ronda de financiación de 73 millones de euros y a afrontar el reto de expandir sus actividades por primera vez fuera de la Unión Europea…. pero que no le ha servido para hacer frente a los tribunales españoles.

Por ahora.

Los tribunales, a punto de impedir reservar con Blablacar en España

La noticia es que Blablacar está a punto de presenciar el fin de sus actividades en España, si finalmente la demanda interpuesta por Confebus, la Condeferación Española de Viaje en Autobús, contra la compañía francesa sale adelante. Una demanda extraña/curiosa, en la que Confebus acusa a Blablacar de competencia desleal, y que es la primera a la que Blablacar se ha tenido que enfrentar desde el principio de sus actividades.

¿Reservar con Blablacar es competencia desleal?

La justificación de Confebus para presentar su denuncia es que, a diferencia de lo que sucede con otras apps para compartir viajes entre particulares, reservar con Blablacar supone unos ingresos continuados para la organización, que se queda con una comisión del 10% del importe pactado entre los usuarios. Es decir, que Blablacar estaría ejerciendo una actividad económica, en la que además estaría perjudicando sus intereses directos, al restarle posibles viajeros.

Lo cual parece, básicamente, un poco rebuscado.

Teniendo en cuenta las características de su modelo colaborativo, reservar con Blablacar puede suponer la increíble pérdida de… cuatro pasajeros como máximo por cada coche. Una nimiedad en comparación con las decenas de viajeros que viajan cada vez en sus autobuses. Además, incluso si el éxito de reservar con Blablacar fuese tan masivo que supusiese realmente un perjuicio para las arcas de Confebus, éste habría llegado de la mano de la popularidad de los modelos colaborativos, sean gestionados por Blablacar  u otra empresa similar.

Con el inmenso poder de las redes sociales de todo tipo en la actualidad, parece imposible evitar que conductores y pasajeros puedan llegar a acuerdos de una u otra forma, que les permitan evitar tener que pagar las abultadas tarifas de empresas de viaje por autobús que, habitualmente, gestionan trayectos en régimen de monopolio y sin preocuparse por mejorar su oferta a sus clientes. De hecho, Confebus no sólo recela de Blablacar. En los últimos días ha llegado incluso a acusar a Renfe de competencia desleal por las tarifas de sus servicios de AVE y larga distancia.

El antecedente de Uber y Airbnb

Lo cierto es que el caso de la previsible imposibilidad de reservar con Blablacar tiene dos precedentes muy distintos en las otras dos estrellas de la economía colaborativa. Mientras Airbnb ha visto como algunos ayuntamientos de todo el mundo aceptaban su modelo y comenzaban a utilizar sus alquileres para recaudar impuestos, la polémica Uber no ha logrado en ningún momento escapar de la polémica, enfrentada con gobiernos, asociaciones de taxistas y tribunales, que han terminado prohibiendo su actividad en numerosas ciudades… y países.

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