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“La usabilidad no va de tecnología, va de cómo la gente comprende y usa las cosas. Mientras la tecnología cambia a menudo con rapidez, la gente lo hace muy despacio”. Así de categórico se mostraba Steve Krug para presentar la edición actualizada de su famoso libro del año 2000 “No me hagas pensar” (Anaya Multimedia, 2014). 

Cuando recomiendo este libro en mis clases, que es uno de los manuales de referencia para los profesionales de experiencia de usuario, muchos alumnos me preguntan si tiene sentido leer algo escrito hace 20 años para diseñar los interfaces digitales del presente y el futuro. Dudan de si todas las recomendaciones sobre usabilidad y diseño digital que Steve escribió en el año 2000, cuando no existían los smartphones, ni Facebook, siguen vigentes en la actualidad. Suelo hablarles de lo importante que es entender el pasado para ser capaces de diseñar el presente y de cómo, aunque la tecnología o las personas cambien los principios de diseño deben permanecer. 

Vivimos en un mundo saturado de información. Se dice que recibimos más de 6.000 impactos publicitarios al día y apenas retenemos en la memoria un par de decenas de ellos. Nuestro tiempo de atención se subasta al mejor postor entre apps, webs, series, videojuegos… y cada una saca sus mejores armas para hacernos preferirlas sobre las demás.

En los últimos años, este fenómeno, se ha denominado como “economía de la atención”, un bien escaso y valioso económicamente que cada vez se reparte entre más interesados. 

Los productos digitales más populares están, en su mayoría, diseñados para captar nuestra atención. Son usables, sencillos, atractivos y saben perfectamente qué necesitamos para que pasemos más y más tiempo interactuando con ellos. Independientemente del modelo de negocio de cada uno, suele existir una relación directa entre el tiempo de permanencia y los ingresos económicos que se obtienen.

En un contexto tan saturado de productos y servicios digitales, con una atención cada vez más endeble, pero muy valiosa en términos económicos, cobra especial importancia mirar al usuario para ofrecerle la mejor experiencia. Diseñar desde el enfoque de las personas como elemento diferenciador. 

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El famoso diseñador industrial alemán Dieter Rams ya expuso en 1976 que, ante la saturación, el diseño es la única diferencia verdaderamente discernible para el comprador. 

Diseñar es saber quitar

Heredero del “Menos es más” de Mies van der Rohe, saber qué hay que quitar en un producto es probablemente una de las características más importantes del buen diseñador. Lo sencillo vende más y mejor porque se entiende más rápido. Y ya sabemos que la atención es escasa.

El mal diseño obliga al usuario a tomar más decisiones de las necesarias, a evitar elementos superfluos en una pantalla antes de comenzar a buscar su objetivo, a tratar de no caer en las trampas de lo frugal, de lo que no le interesa. Lo fácil en el diseño es poner elementos, funcionalidades, opciones, florituras… cualquiera lo puede hacer, incluso sin ser diseñador. Lo difícil es justificar la razón para quitar. 

El diseñador tiene que ser el garante de la misión del usuario. El defensor de lo mínimo pero que entiende perfectamente lo máximo.

Diseñar es saber escuchar

Nadie tiene una bola de cristal que muestre cómo se comportará un usuario, por eso se investiga, para obtener algunas certezas y evitar muchas suposiciones. Poner un poco de ciencia en una profesión que no la tiene. 

En la economía de la atención, cada segundo cuenta, cada elemento importa y cada decisión del usuario se puede transformar en un éxito o un ingreso.

Decía Alberto Corazón que “La primera condición de un diseñador es saber escuchar”. El diseño sin investigación, sin escucha es arte y lo que diferencia al arte del diseño es el destinatario. Un artista trabaja para él mismo, para expresarse. En cambio, un diseñador lo hace para mejorar la vida de los demás, para resolver un problema.

El futuro estará aún más saturado de productos digitales que reclamarán nuestra atención, pero, y esto sí que lo sabemos, nuestros días seguirán teniendo 24 horas y seguiremos prefiriendo sistemas usables y sencillos que nos pongan las cosas fáciles.

Como exponía al principio Steve Krug, la usabilidad no va de tecnología, al igual que la atención tampoco va de tecnología, aunque esta forme parte de la experiencia global. Queda claro que todo pasa por trabajar mirando al usuario, escuchando, eligiendo e investigando su comportamiento, sus emociones y sus intereses y, de esa forma, ofrecerle lo imprescindible para que use nuestro producto.

 

Álvaro Varona es Profesor en el ‘Grado en Diseño Digital’ en el Centro Universitario U-tad

Imagen: Depositphotos

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